Ayer saludé a mis nietos a través de la ventanilla del auto. Más que protegerlos a ellos, me estaban protegiendo a mí. En ese momento no pude más que reflexionar, viendo a mi hijo bajarse del coche y saludame desde lejos, que sentía unas ganas inmensas, más que nunca, de abrazarlo a él y al resto de su familia.
También recordé, en cuestión de segundos, las veces que llegaron a casa, y solo se dio un hola mamá, antes de sentarse a la mesa. Es que sobraban los besos y los abrazos. El amor estaba más que probado. Ahora, cuando se debe limitar el contacto humano, es cuando realmente entendemos que estamos hechos de carne y hueso; que tocarnos es parte de la necesidad de afecto y empatía que son indispensables para construir en nosotros la confianza y la seguridad.
Triste forma de entender la dimensión inmensa de cómo nos hace falta el contacto humano. Si no pregúntenle al náufrago de la película cómo dolió cuando su amigo Wilson ( una pelota) se perdió en el océano. Hemos aprendido, a la fuerza, que no somos de piedra. Que cada pedaso de nuestra carne está llena de puntos nerviosos que transmiten a nuestro cerebro el calor, el frío, el dolor, y, en este caso, los sentimientos…
Espero, con todo mi corazón, que este ¨alejamiento social¨temine pronto. Que pueda darle a mis hijos y a mis nietos todos los besos que quiera y muchos más. Decirles, mientras esté viva, no solo con palabras sino con gestos el inmenso amor que tengo por ellos.
Porque he aprendido en estos días, que el beso y el abrazo, valen más que cualquier tesoro, ya que te conenctan con las personas, con su entorno y con nuestra inmensa fragilidad.
Faltó una pandemia para entender la solidaridad humana como valor incalculable; el peligro en el que se encuentra el fragil balance de la convivencia con el resto del mundo, y la efectiva protección de un planeta, que hoy enfermo, nos pide a gritos mayor unidad.
No soy nadie para cambiar el pensamiento de los demás. Solo puedo, y lo voy a hacer, cambiar el mío. Tampoco puedo cambiar el pasado, la contínua reclamación de si hubiese podido hacer esto o aquello, es innecesaria. Cambiaré lo que viene de aquí en adelante. Lo que aún controlo y manejo, que son mis sentimientos.
Pero, sobre todas las cosas, me prepararé para darle a mi familia un millón de besos; y, al mundo, mi mejor esfuerzo para que lo tratemos mucho mejor.
Así es amiga, realmente del afecto, cariño, amor, conectadas al contacto físico con nuestros seres queridos, asumimos y nos envolvemos invisiblemente cuando tenemos la posibilidad de hacerlo fisicamente, luego nos llega la distancia nos estremece (territorial o como esta norma de ahora) sentimos que recobra vida esa necesidad y queremos reponer la carga… Me he sentido así con la distancia de mi hijo menor fuera Panamá por sus estudios, la del mayor que aunque cerca, esta despues del puente y más aún ayer que mi Madre y mi hermana cumplían año y me toco cantarle por video llamada… Pero tengo viva la fuerza de la fe, ella me da esa esperanza que pasará esta angustia y que esta será una lección más en la historia del mundo y saldremos fortalecidos… El ser humano es el alpha y el omega.
Gracias por compartir esta líneas verdaderamentes reales, que se que salen del amor más puro y verdadero… Ser Madre!
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Hermosas palabras que nos llaman a una reflexión obligada en un mundo en el que aún ritmo acelerado hoy hace una pausa obligada.
Estoy más que seguro que saldremos de esta situación y hemos de aprender a valorar el tiempo que compartimos con cada uno de nuestros seres queridos.Que no sea una pandemia la que nos lleve a comer en la mesa con nuestros padres. Que no sea una pandemia la que nos haga unirnos.
En mi corazón guardo todas sus enseñanzas y el cariño
brindado.Fuerza necesaria que me impulsa a seguir día a día.
Un fuerte abrazo a la distancia con la esperanza de pronto poder dárselo en persona.
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Que pronto nos podamos dar un fuerte abrazo
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