SIEMPRE EN MI CORAZÓN

Hace 5 años ya, en la madrugada de un día gris, mi madre subió al cielo. Se fue en silencio, pero luchado hasta su último suspiro por sobrevivir.

Creo que luchaba por no dejarme sola, porque su vida giró en torno a su hija. Eramos ella y yo. Ambas con un carácter fuerte; chocábamos en muchas cosas, pero el amor era tan fuerte y el vínculo tan arraigado que triunfaba sobre cualquier escollo. Amar profundamente… puede ser de otra forma con una madre?

Hoy, por fin, la recuerdo sin llorar. Dolía demasiado su partida. Ahora prevalecen los bellos recuerdos, las anécdotas, las enseñanzas.

Increíblemente el primer recuerdo que llegó a mi mente hoy, fue el día que me había sometido a una cirugía menor. Mi madre me había acompañado; y, cuando regresábamos a casa me sentía aún mareada y somnolienta. De repente, las manos de madre acariciaron mi cabeza. Fue un movimiento tan simple, tan sencillo, que para aquel que lo viera desde fuera parecería no ser nada. Sin embargo, fue como derramar un bálsamo reparador en mi alma y mi corazón. Nunca había vivido algo así. Me dio consuelo y paz. Ese día juré acariciar a mis hijos de la misma forma si los veía afligidos, adoloridos o heridos. Las manos de una madre son poderosas, curan, guían, sostienen.

Se que mi madre vivirá mientras yo viva, porque está presente en mi corazón. La extraño, pero sé que donde está, el Señor la tiene a su lado, sanada de sus dolores y feliz.

Te quiero mami, un beso hasta el cielo. Gracias por haberme convertido en el ser humano que soy. Fuiste la mejor maestra. Nunca me dejaste sola, solo me dijiste hasta luego.

Deja un comentario