Una Reflexión Intrascendente

Los tiempos que vivimos son extraños. Por lo menos para mí es como vivir en un cuento mal contado, donde el dolor, la lejanía con otros es evidente. Tenemos miedo de estar cerca de quien no tiene una mascarilla puesta y los abrazos quedaron relegados en un baúl con cerradura.

Sé que es difícil entender el por qué de semejante situación. La muerte prematura de seres queridos, amigos que se han ido sin razón, más que un virus oportunista que ataca nuestras debilidades. Los que estaban ya no están…

Definitivamente no hay explicación para tanto dolor. Sin embargo, la vida continúa, el sol sale como siempre por el este, y los sueños siguen rondando nuestro anochecer. A pesar de todo, los que tenemos la dicha de estar aquí debemos sentirnos agradecidos. Abrir los ojos y ver la luz de un nuevo día es una bendición.

Llenemos nuestros corazones de esperanza, cumplamos la misión encomendada; trabajemos con ahínco por alcanzar nuestras meta, pero, sobre todo, recorramos el camino de la solidaridad. Tratemos de entender el dolor ajeno; pongámonos por un segundo en los zapatos de otros. Seamos comprensivos con su sufrimiento.

La satisfacción de una palabra amable, la palmada asustada de un amigo que ya no soporta la distancia y el alejamiento, se convierten para quien sufre en un bálsamo curador. Hay momentos en que vale la pena ayudar a otros a recoger los pedazos en que se quebró su vida. Increíblemente, eso ayuda a recoger nuestros propios pedazos cuando también esa vida está rota.

Vivir debe ser una aventura, donde alcanzar la felicidad es el objetivo. No tiene que ver con nada material, solo con esa certeza de que se hizo todo bien, que el camino recorrido valió la pena, y que la huellas que dejamos atrás se marcaron para guiar el camino de otros.

Dejemos de centrar la atención en nuestro propio dolor, eso no hace mas que acrecentarlo. Fijemos la mirada en el prójimo. Sé que suena extraño, pero con los años he aprendido que las cosas pequeñas son las que realmente importan. No hacen falta grandes cosas para ser feliz. Nunca sentí más tranquilidad y paz que cuando mi mamá puso su mano en mi cabeza y me acarició un día que me sentía miserable…el bálsamo de esa caricia vive en mi mente cada vez que la recuerdo. Por eso atesoremos una palabra oportuna dicha por un buen amigo. El silencio en compañía de alguien que solo se sienta junto a nosotros cuando se necesita cercanía y no consejos.

La vida es compleja, no tratemos de entenderla, solo disfrutemos los momentos especiales que la hacen maravillosa. Soñar no cuesta nada, dice el viejo refrán. Así que sigue soñando y despierta a la vida con el firme propósito de ser feliz…no vale la pena hacerlo de otra forma.

Deja un comentario