RENDIRSE NO ES UNA OPCIÓN

Suelo escribir cosas positivas. Buscar lo bueno en los peores momentos. Al final, siempre he pensado, que vivir es una bendición, y, por lo tanto, la meta siempre debe ser, la búsqueda constante de la felicidad.

Sabemos que los momentos que vivimos son diferentes a lo que cualquiera podría imaginar. El 2020 vino cargado de sorpresas; tiñó de luto a muchos hogares, en donde, incluso despedirse del ser querido, fue un desafío, en ocasiones insalvable. 

En esos momentos aprendimos a valorar a aquellos a quienes amamos. Descubrimos las cosas esenciales que, por estar siempre allí, pasaban desapercibidas. El saludo acostumbrado y silencioso al salir.  Allí se quedaba el papá jubilado, la mamá, que ahora cuida nietos.  En fin, lo usual, que al final se volvió transparente e imperceptible.

Mientras la vida siga, habrá que luchar por alcanzar las metas trazadas. Tendremos que confrontar la adversidad con valentía; mientras, tapar nuestros rostros será obligatorio; el abrazo esperado no llegará, y el beso al amigo que encontramos al pasar, se convertirá en un saludo a dos metros de distancia.

Todos dicen que ahora debemos aprender a ser solidarios y compasivos; me pregunto por qué debemos aprender algo que es un fundamento intrínseco del ser humano.  Por qué aprender ha amar a nuestros padres y a la familia, cuando ya no están allí.

No creo que el virus nos haya hecho retomar valores, solo los habíamos perdido. Simplemente, estamos en un proceso de deshumanización descontrolada, en donde la inmediatez de la comunicación nos brinda imágenes aterradoras, en las que, humanos contra humanos nos destruimos sin piedad. Es tan frecuente el sufrimiento, que se hizo invisible. Ahora solo cuantificamos las bajas; como soldados en un ejercito sin nombre.

Este virus nos ha vuelto a la realidad; a la necesidad imperiosa de humanizarnos; de que el dolor de otros nos importe; de valorar al viejo que fue parte de nuestras vidas. Al amigo entrañable que nos abraza y vuelve a unir las partes cuando estamos en pedazos. 

Llegó el momento de luchar unidos buscando alinearnos en una sola dirección; con el compromiso real y efectivo de encontrar las cosas que nos unen, por encima de aquello que nos separa. Encontrar el destino común que anhelamos. La paz, la concordia, en el campo bendito de la unión. Nos marcaron el camino con la rueda dentada del progreso, el pico y la pala, y la consigna ineludible del trabajo sin dilación. 

Ahora nos toca la acción, porque rendirnos, queridos amigos, simplemente, nos es una opción.

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